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1.08.2011

Misterios de Buenos Aires

Túnel en San Telmo

Hace alrededor de 150 años, aparecieron las primeras noticias sobre túneles secretos. En Av. Belgrano 97, el pasadizo de la casa del Unitario Stegman fue denunciado como un lugar desde donde se buscaría armar un complot contra Rosas. A partir de allí surgió una extensa mitología y un sinnúmero de leyendas, fábulas, páginas literarias, narraciones, hipótesis y las más diversas historias y aventuras que enriquecieron la literatura de los porteños. En la misteriosa Buenos Aires, diversas redes subterráneas ocultarían sombríos planes. Más allá del potencial imaginario, lo cierto es que a lo largo del siglo se realizaron investigaciones para saber cuáles fueron los orígenes de los túneles. De dudas a evidencias, una vuelta de página.


Túneles en la Manzana de las Luces


El pequeño sector en donde se encuentran los túneles ubicados sobre la calle Perú en la Manzana de las Luces, recién se descubrió cubierto de tierra en 1980. Quién, cómo y cuándo los tapó es una incógnita. Al analizar las paredes, se pudo establecer que su antigüedad se remite a fines de 1600 o principios de 1700.
El misterio de los túneles reside en que es muy difícil investigar sobre sus circuitos, porque los subterráneos, los cimientos, las cañerías de agua, de gas o las vibraciones de los automóviles fueron un obstáculo insalvable para poder establecer cuáles fueron sus conexiones.

En las visitas guiadas de la Manzana de las Luces suponen que fueron hechos por los jesuitas (en otros lugares que estuvieron como Córdoba, Santiago del Estero, o Mendoza, también se encontraron construcciones bajo tierra), para poder establecer una red con los edificios más importantes. Esta es la única articulación existente y abarca de la Manzana de las Luces a unas pocos sitios cercanos. Incluso tiene intervenciones ya que hubo otras construcciones subterráneas posteriores. El objetivo sería unir los edificios de dicha orden y quizás algunos otros construidos por arquitectos jesuitas. Este proyecto nunca fue concluido por la expulsión de los jesuitas en 1767.

Uno de los túneles iría hacia Alsina y Piedras, lugar en el que se encuentra la iglesia San Juan Bautista. Otro tomaría rumbo hacia Belgrano y Perú, en donde estaba en 1760 la casa de la familia del Virrey. Otro se reuniría con el del Nacional Buenos Aires o seguiría hasta unir el Cabildo y la Catedral yendo hacía el río. De allí habría dos ramificaciones, una hacia la iglesia de la Merced y otra hacia el Fuerte (actual Casa Rosada).
Los otros análisis sobre porqué se hicieron son variados y ocurrentes y las hipótesis más comentadas son las siguientes: Contrabando; defensa o escape de piratas e indios; cárceles o sitios de tortura; depósitos de armas durante la época de Rosas; encierro y tráfico de negros y esclavos.

La suposición que apunta a que pudieron haberse creado para el comercio ilegal aprovechando la cercanía de la Casa Rosada con el puerto parece razonable. Sin embargo, todos sabían de la existencia del tráfico ilegal más allá de los túneles y parece muy difícil poder tramar nexos secretos cuando los mismos requerían gran cantidad de personas trabajando. Por otra parte, la ciudad en el siglo XVIII era muy pequeña, -no superaba las 20 cuadras de extensión- y la población era escasa. La presunción de que fueron pensados como defensa frente a una eventual invasión a la ciudad, no parece muy sólida porque por sus exiguas dimensiones esconderse allí sería más bien un callejón sin salida.





Hipótesis, inventos y recientes investigaciones

Una incógnita y un mito en la historia de San Telmo, fue saber si en la ex Residencia de Hombres de Humberto 1º, -lugar en donde se encuentra la iglesia de San Pedro González Telmo, que comenzó a construirse en 1734 por los jesuitas-, no habría túneles de conexión con la red subyacente de los misioneros. En 1991 se realizaron excavaciones y se desentrañó el misterio de la pared hueca de la capilla. Se halló un pozo de basura y un gran aljibe construido en la primera mitad del siglo XVIII por los jesuitas. Los túneles de Defensa 751 penetrados en 1986 y 1987, habían sido dos pozos ciegos, una letrina, dos aljibes construidos con cisternas y un pozo de balde.

En Perú 680, donde funcionó la imprenta Coni, también se realizaron exploraciones en 1989 y 1990. Por allí pasaba el arroyo Tercero del Sur, que partía de Constitución y a esa altura iba por Chile para después desembocar su caudal en el Río de la Plata. Durante el siglo pasado se realizaron entubamientos de arroyos, para canalizar agua de lluvia evitando crecidas e inundaciones y después se instaló la red de aguas sanitarias.
Cuando se construyó esta imprenta se hicieron tres grandes cisternas que son las más grandes de la ciudad. Estas permitían alimentar la máquina de vapor con el agua del arroyo. Otro lugar en el que se encontraron fosos subterráneos, fue en el Parque Lezama. Las perforaciones que se realizaron en 1991 por el equipo de Arqueología Histórica de Buenos Aires dieron cuenta de la existencia de aljibes.

El Censo de 1887 indica que en la ciudad habían 20 787 casas con pozos, 9019 con aljibes, 8817 con agua potable y 2539 que no tenían agua. El 22 % de las viviendas, comercios e industrias tenían sótanos y diversas obras subterráneas utilizadas como hoyos ciegos, de balde o de decantación, huecos para basura, instalaciones sanitarias, aljibes, cisternas, heladoras, conductores eléctricos y otras aplicaciones. En 1894 por razones higiénicas fue prohibido el uso de pozos en la Capital.

Lo cierto es que no se puede afirmar con certeza, que en ningún caso los túneles hayan servido para algunas de las hipótesis mencionadas anteriormente. Sin embargo, la gigantesca trama secreta de sus articulaciones poco tiene que ver con la realidad que, muchas veces, es superada por la ficción. Después de todo, se puede rescatar, que las ideas ingeniosas que se crearon por su existencia contribuyeron a potenciar la capacidad creadora, los cuentos, épicas y epopeyas gestados en torno a la Ciudad de Buenos Aires.

                                                                                                                                                                                   Eduardo Scirica