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Divagar es mi palabra preferida.

6.17.2008

Nacimiento

Inicio este blog en un día difícil, complicado, confuso.

Transito las calles y solo observo amaguras, broncas e indiferencias.

En mí, solo golpea fuerte la angustia. Esa angustia que provoca ver cómo se cometen día tras día los mismos errores.

Somos muchos, quienes nacimos entre los años 50 y 60, que hoy oímos voces con discursos demasiado conocidos y que nos muestran siempre las mismas imágenes, recurriendo siempre, a argumentos caducos, que solo movilizan la memoria hacia un pasado nefasto que no pretendemos olvidar, pero donde no hallamos salidas o soluciones saludables para el país.

¿Por qué en mi tierra nunca he podido ver el final de un gobierno en forma democrática? Un cambio de modelos, aunque no sea el que yo elija, pero respetado como la Constitución lo indica.

Hoy escucho al gobierno y sé y siento que no quiero otro golpe de Estado, escucho al campo y no percibo que estén pensando en el bienestar de los argentinos.

Inicio hoy este espacio en medio de un mar de confusiones; y aunque no soy creyente, tengo la imperiosa necesidad de pedir a Dios por quienes no pueden crearse una opinión crítica, por todos aquellos —que son muchos, muchísimos— que viven en la marginalidad, en la desnutrición.

Estoy harta de soberbias, de intereses que solo miran sus conveniencias. Estoy harta, sí, y quiero huir y quedarme, porque tal es mi ofuscación que no llego a vislumbrar cuál es el mejor camino para seguir andando. Creo, sin embargo, que el menos malo es apostar a que las instituciones democráticas continúen su camino, al menos siento que estoy respetando ese libro sagrado que es La Constitución de la Nación Argentina.

Paradójico, tal vez común en mí, en una noche de tristeza y revolución interna de sentimientos, necesito que algo nazca. Tal vez es la razón por la que hoy, 17 de junio de 2008, nace Clio Buenos Aires.

Clio